Por José Luis Coria
Técnico Agrónomo
Pronto el otoño abrazará el hermoso y variado universo vegetal, obligando a las plantas a transitar el silencioso camino hacia el descanso o reposo, hasta la próxima primavera. El primer indicio de que el estío está quedando atrás, será el cambio de coloración del follaje. Las especies de hojas caducas comenzarán a desprenderse hasta quedar totalmente desnudas. Estas hojas formarán mantillos de color ocre, que servirán de abrigo a pequeños animales (larvas y gusanos) y gracias a la presencia de descomponedores, la cubierta de hojas secas se transformará en tierra fértil.
Debemos dejar que la naturaleza actúe y a partir de las primeras heladas comenzar a pensar qué hacer con nuestras plantas. Será el momento de aplicar una de las principales artes de la jardinería: la poda. Este trabajo debe ser realizado por personas expertas para evitar dañar a las plantas. Cada una de ellas requiere de procedimientos diferentes, según la especie y el estado en el que se encuentre. No es lo mismo podar cítricos, que frutales de carozo; un rosal o un parral. El podador sabrá cuáles ramas retirar, sea porque estén secas, enfermas o se trate de “chupones o púas de agua”. Igualmente, determinará la forma que le dará a la copa, la orientación de los cortes para favorecer la aireación e ingreso de luz solar. En aquellos cortes mayores a 10 cm, el técnico aplicará cicatrizante, para evitar que se instalen enfermedades a través de la herida.
La temporada de poda se inicia en junio hasta mediados de agosto; hacerlo fuera de este período implica riesgos para las plantas. Una poda a tiempo y bien realizada favorecerá el desarrollo del fuste y una excelente producción de frutos y flores.